El arte sacra es una conversación entre el alma de un artista y lo divino. Muchas de las cosas que creo para los orishas, en este caso para Egún, son parte de una conversación más elevada que involucra el plano físico, el espiritual y el mental. Se trata de saber escuchar esas fuentes de inspiración, de observar y claro está, de inspiración.
Para mí, cuando se trata de arte sacra o religiosa, no existe tal cosa como ars gratia artis, o el arte por la gracia del arte. Todas las creaciones tienen su génesis, a veces comienza con un sueño, otras veces es una voz que susurra suavemente y siembra ideas, o puede bien ser una cascada de imágenes que inundan mi visión interna sin aviso. Es difícil explicar cómo estas fuentes se convierten en un punto foco, solo sé que sucede y que entonces la urgencia de crear se apodera de mí.
Eso fue lo que me sucedió hace casi 15 años, cuando estaba poniendo al día mi Pagugu Egún porque las cintas que tenía estaban algo maltrechas por los años de uso. Tenía el palo de Muerto o Egún en mis manos cuando una serie de imágenes me inundó la mente, las podía ver solapadas a lo que mis ojos veían frente a mí, el Pagugu Egún. Las imágenes mentales se volvieron una con lo que mi vista percibía, el bailarín enmascarado de Egún y el palo que se golpea rítmicamente para llamar a los Egún. El bailarín con sus movimientos fluidos y veloces girando bajo capas de telas multicolores y el palo bailando como con vida propia llamando a las potencias de nuestros ancestros—los Egún.
¿Y si creara una cubierta sencilla, algo que me recordara a los bailarines de Egún? ¿Porqué no? No se trata de romper alguna tradición o de inventarse algo para llamarlo tradición. Es más bien un asunto de arte textil necesitando ser expresada. Me fui manejando a la tienda de telas más cercana en busca de telas de nueve colores y de cualquier otra cosa que me inspirara. Mi primer cobertor tenía un poco de tela del Día de los Muertos, algo de tela de saco, tela colorida, cuentas de cristal y cascabeles. Una vez que terminé mi creación y la puse sobre mi Pagugu Egún me sentí en paz.
Mi próxima pieza fue hecha para mi padrino adoptivo Yeguedé, quien al estar ordenado a Oyá aprecia grandemente todo lo que tiene que ver con los Egún. Todavía el cobertor está en uso después de tantos años, no tengo una foto, pero el tiempo ha tomado su curso y se le ha caído uno que otro caracol. Pasó otra década antes de que creara mi tercera pieza, esta vez para mi esposo Loma Batalla quien admira mi cobertor y quería adornar su Pagugu Egún.
Casi otra década pasa cuando la urgencia de crear me atacó nuevamente. La semana pasada, estaba ayudando a mis muchachos a preparase para el 10mo aniversario de ordenado de Ayótomíwá y al poner el servicio a Egún me percato que ni Ayótomíwá ni su padrino, mi hijo mayor, Oggún Addá Araí tienen cobertores para “vestir” a sus respectivos Pagugu Egún. ¡Mamá al rescate! Me fui otra vez a la tienda de las telas y con mi esposo seleccionamos los materiales para hacer un regalo sorpresa a los muchachos.
¿Necesitas “vestir” tu Pagugu Egún más allá de las cintas y los cascabeles que tradicionalmente le engalanan? En realidad no es una necesidad. Un cobertor para el Pagugu Egún en mi caso es algo de gusto personal y de arte, el arte religiosa no necesita justificación—solo existe. En mi caso, es mi manera de compartir el ashé que fluye por mis manos, el expresar amor por los Egún y por las personas a las que dedico de mi tiempo para hacer estas piezas.
Hacemos muchísimo para que nuestro orishas estén bien elegantes, entonces, ¿porqué no hacer lo mismo por los Egún?
Omimelli
Oní Yemayá Achabá
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